22 enero 2009

LEA USTED SU CONDENA

Apartados de la purga,
por allí quedan los salvados, los dignos de galardón y palmadita en la espalda, aquellos que son afines a sus dogmas y como ellos van vestidos y portan la misma calaña al andar, el caminar que solo tiene quien con su pulgar puede enviar al resto a la putrefacción lenta en una cuneta bajo un olivo, de un tiro de fusil sucio de oveja o de hostias con un martillo para no gastar balas o simplemente solos en la deshidratación de la insolvencia. Por aquí, como digo, estamos los futuros fusilados. A saber: una señora arrugada ya y viuda, dos que vienen juntos desde antes del camión, la soltera acompañada de una zagalica de doce o trece años y por aquí también estoy yo, mi chaqueta de segunda y colilla en la boca, como yo siempre, pero hoy en un sitio que no conocía. Las pocas oliveras y luego, un barranco de piel rojiza que fue sembrando la rambla con los años y los años de echar a perder cosechas. Por aquí es donde apago la colilla para luego y veo como se marchan los que vinieron con nosotros en el camión. Los que llevan los fusiles los acompañan ahora con distinción, no a gritos e incluso les abren las puertas de los coches brillantes de marfil mortuorio y alguno de los que se salva mira con culpa para donde nosotros estamos, yo me fijo en la chica con sombrero que se marcha sin mirarme y entonces sé que en breve estaré muerto. La señora reza en cualquier idioma y los dos zagales le insultan porque aún tienen más miedo, la señora sigue a lo suyo y la soltera le cuenta una milonga a la chavalica que la acompaña, yo me enciendo mi colilla y al subirme las gafas veo los fusiles reunidos y con mala folla, dispuestos los brutos a cumplir la orden que dio el gordo que manda sobre el resto. Pienso en que no sé el nombre de ninguo de los que me acompañan en este sitio que no sé y para qué quiero saber sus nombres, prefiero no saberlo, no creo que nunca llame a ninguno a gritos o le susurre y no tengo tiempo para divagar más, ya vienen con los fusiles. Son unos catorce o quince, nosotros somos pocos, atados a soga y todos juntos como un ovillo de leña lista para la lumbre, son veinte o veinticinco con sus fusiles, no tengo tiempo de contar, se detienen los cincuenta y solo uno grita:

Saludáis el advenimiento inequívoco del Magno Refundamiento del Capitalismo del Bienestar ?

Ante la negativa, ráfagas de tiro de cien fusiles y silbido permanente en el aire.

1 comentario:

Carol Bret dijo...

Saludos, amigo de diablos (está bien reconocer a los amigos sus méritos ;)
Antes de nada, me disculpo por salir a la defensiva en el poema de más abajo; te malinterpreté sin duda.
Me gusta lo que escribes porque te arriesgas, porque buscas la grieta del sentido y te cuelas dentro.
También en tus videos.
También en este último post: maravillosamente en este último post.
Salud.