El verano ya desgarra con su estufa la sienes de los alineados, los cerebros enfangados
de los que trabajan sin esperanza en las vacaciones. El verano baña en su enredadera
de lengua de llano mojado, el verano ahíto y cansino que exclafa todas las expectativas.
El verano pendenciero que arroja sol barato sobre el cráneo clavicordio de los obreros.
El verano de los chiquillos es el que yo quiero para mi pesadumbre, el verano de los
mosquitos en la farola y los abuelos inventando mitos al fresco pero no el verano que
engendra dogmas vanos sobre la felicidad, el verano que engaña en cada trueque y
estafa. Yo quiero verano varado en el Cap de Creus o en el cabo del infierno, a dónde si
pudiera me arrojaría, sin embargo no quiero, pues aún aguardo amor para mis entretalas,
puedo todavía ser paciente y esperar el invierno para abrazarme a tí, carne de mi sombra,
a tí, compañereta de la vida.
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