30 septiembre 2007

ARREBATADORA TARDE

“Te contaré cosas que nadie te ha contado”
Quimi Portet en La rebelión de los hombres rana




… pronto lo sabrá. A las cuatro de la tarde y durante estos días, el sol debe de caerle como un cazo con caldo hirviendo y el verano no para de caldear el agua y la luz.
Posiblemente busca las sombras y va hilando pasos y huellas, rápido, muy veloz que no llegas a tiempo. Acaba de colgar el teléfono y hace menos bajó la escalera casi sin rozarla y las horas crecieron tan deprisa que han pasado meses desde que no le beso las ingles.
Habrá cerrado la puerta con aire aunque la bombilla quede en suspenso y toda la noche encendida, luz que hasta una hora alumbraba su nariz o sus pechos duros de mujer que corre sin saber nada, ahora, sus piernas se tensan en escalones que se van perdiendo hacia la cumbre.
Sube, sube rápido
porque no llegarás a tiempo. Ella no tuvo la paciencia de aguardar a la muerte del sarmiento en llamas, creció en otras carreteras que llevan al mar, lejos del polvo del olivo. Allí donde vivió, el agua se sacaba desde la panza de la tierra y por tres bocas. Una para solteros, otra para casados y la última para viudos. Ella siempre bebía de la primera y se imaginaba en una ciudad que anochece y fue con los años y conoció el ombligo que constante ilumina. Se mira la mano y mira el pomo de la puerta, la puerta y su materia que esconde la lumbre que la abrasará, pero hasta que agarró el teléfono era capaz de ver en la noche y tras su cercado, el derrumbe de tomates por el que cuatro piernas andan. Pero contestó a la llamada y mi voz allí, al otro extremo, rogando un último auxilio antes de caer al aire, antes de que ella me esté contemplando sobre la colcha nueva, se horroriza y llora por la distancia que nos separa, yo soy clavo que cede al robín y nadie podrá extraer de mí una diminuta esencia a espliego, y ella pronto también …

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