A veces pasa que un
periodista que no busca una noticia se encuentra con una historia. En invierno
de 2009, un periodista caminaba por la aldea moliniqueña de Pinilla. Por
costumbre, solía pasear entre los almendros raquíticos por el frío e
inspeccionaba el suelo con la ilusión de toparse con un fósil, un hobby
sencillo y serrano como cualquier otro, que también valía para anestesiarse de
la actualidad. En aquello estaba el plumilla, cuando de pronto vio una piedra
negra como la noche. Se agachó a por ella y cuando ya tenía la piedra en la
mano, sintió rápidamente que se había topado con el filo de la historia. El
periodista que buscaba fósiles había encontrado un hacha de diabasa pulimentada
por el ser humano ¿ pero cuándo ?
La pregunta tenía miga
y no sería la última. La carta arqueológica de Molinicos ignoraba asentamiento
prehistórico alguno en la pedanía, la historia de Pinilla apenas se remontaba
un par de siglos y alguna breve mención en los Diccionarios Geográficos del
siglo XIX, donde se citaba a la población como Fuente Pinilla. Nada indicaba
que aquel lugar no fuera el llano donde unos ganaderos decidieron asentarse
hace cientos de años. Lo era, pero tal vez, también era algo más. Las
prospecciones prosiguieron y en sus
caminatas, el nuevo aficionado a la arqueología, fue encontrando algún cuchillo
de sílex, cantos de ríos trabajados, molinos de piedra y restos de cerámica.
Piezas en algunos casos diminutas, como las puntas de flecha, que parecían ser
ellas las que encontraban al periodista. Aún recuerda con emoción el día que halló
una de las piezas más significativas, una azuela blanca con mechones naranjas y
negros. “Igualica a una hoja de almendro cuando se ha secado y está en el
suelo”, dice el periodista. Precisamente estaba cogiendo almendra cuando la
encontró entre todas aquellas hojas esparcidas. Una pequeña herramienta que
nuestros antepasados utilizaban para descortezar los árboles, eso es lo que encontró en septiembre de 2013.
Fue entonces, tras
cuatro años de búsqueda y tras la acumulación de pruebas, cuando supo que podría
existir una evidencia. El periodista consultó al arqueólogo José Luis Simón y
éste, junto a otro profesor de la Universidad de Alicante, Gabriel García
Atiénzar, se desplazaron en junio de 2014 hasta la Sierra del Segura, aquí los
arqueólogos analizaron las decenas de piezas y realizaron una prospección en la
aldea de Pinilla. Confirmaron que se trataba de un asentamiento aproximadamente
de dos hectáreas donde podrían vivir cerca de 20 personas hacia el 2.500 o
3.000 AC. Hacia el final del Neolítico, durante un periodo de transición
llamado Calcolítico. Vivían en casas con la planta circular y se dedicaban a
cazar, pescar, recolectar y cultivar el grano que necesitaban para moler su
propio pan. Aquellas familias cocinaban en pucheros de barro y comían con
cuchara de cerámica. Perfectamente asentados y adaptados al entorno, se movían
por toda la comarca y conocían otras zonas peninsulares. Conclusiones que los
investigadores Simón y García Atiénzar plasmarán próximamente en un artículo en
el Instituto de Estudios Albacetenses. Además, en los próximos meses, Molinicos
va a acoger una exposición sobre este descubrimiento y se podrán ver las piezas que este periodista
encontró en un lugar bautizado en su imaginación como La Hoya de las Hachas. A veces pasa que el periodista que da una exclusiva
es él mismo que la protagoniza.
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