En enero de 2015, Amargord Ediciones publica mi cuarto poemario, Egoclasta. Este es el prólogo que ha escrito el poeta Julián Cañizares, a ver si os abre el apetito.
Esto es yo
No tengo muy claro qué es el yo. Intuyo algo
de su concepto, pero no abarco más allá del instante y del espacio definido en
el que se encuentra. Quizá el yo sea una detección de uno mismo, cuando se gira
hacia el pasado, o hacia el futuro. Hablar del yo es arriesgado, porque está
lleno de “cosas”, creo que me entendéis. Y esas cosas, que no tienen nombre
hasta que las nombras, pesan y pueden pararte; incluso pueden atacarte. O defenderte.
O romper.
egoclasta
es un pensamiento. Y además contiene poemas. Un pensamiento con las idas y
venidas de los pensamientos. Versos que giran en torno a una idea que a su vez representa
ese ego nuestro, particular, general, ese centro que nos da la vida. egoclasta tiene un espacio y un tiempo
diferente, un lenguaje decididamente personal. Su poesía descansa en un cambio
de yo. En una voluntad de cambio. La necesidad de depurar el yo que se necesita
en ese instante.
José Iván Suárez escribe poesía,
sí, pero con adn. Ejemplo de esto son sus anteriores libros publicados
(“Gnomon”, “Próximamente pan”.) Todos sabemos que tener adn en poesía no es
fácil. W.H. Auden escribiría: “debe exhibir una inequívoca originalidad de
visión y de estilo.” egoclasta posee
adn, por muchas razones. De principio a fin está esa mencionada originalidad.
Hay algo inequívoco. Desde el título, que no sólo es título, sino contraseña.
Ese concepto-clave que alumbra el libro. Como lector tienes que leer con la clave,
para que los poemas construyan el significado, la sugerencia, la emoción, el
paisaje del yo. Como lector tienes que participar activamente. En este sentido,
José Iván Suárez no quiere una lectura pasiva. Quiere una experiencia, egoclasta.
Un acercamiento controlado y paradójico a la experiencia de sentir, desde la
lejanía y la soledad en y del mundo, dentro de una realidad compuesta de un
solo límite, entendiendo el límite como la única realidad y presente tangible.
Naturalmente, el yo es el primer
alumbramiento, y por ello alumbra todo el libro. Ese yo que es consciente de sí
mismo, que cuenta con una voluntad de existencia y de cambio, de
autoconocimiento. Que reconoce su propia debilidad, a partir de su pasado y su
actual tiempo y espacio. Es muy interesante el planteamiento que se hace de
estos dos anclajes. Visualmente, están en el libro. Si ojeáis el libro, veréis
en primer lugar cómo el tiempo pasa entre vuestros dedos. Hacedlo ahora, y
entenderéis de qué hablo. El tiempo es visible porque una máquina (ya
descubriréis qué quiero decir con esto) lo hace posible. Enorme paradoja, y
bella metáfora, cuando sabemos que el tiempo “natural” es visible mediante
gestos de la naturaleza, no mediante números. Pensamiento. Y el espacio, ese
espacio neutral, limitado, invisible, inserto en todos los poemas. Sabemos que
está, pero tenemos que imaginarlo. Hay una originalidad en esa concepción
literaria, en esa presentación del asunto.
Pero hay más cosas: egoclasta tiene, además de pensamiento
(“y la muerte, sólo un servicio que privatizar), emoción (“Siempre lloré
esparadrapos / mientras lagrimaba por las heridas.”) Y algo que sorprende en
cuanto se lee cualquier libro de José Iván Suárez: su particular lenguaje, sus
neologismos, y esa unidad de lo rural y lo científico, una suerte de ciencia-ficción
rural. Sorprende esa utilización de terminología científica (que no tiene por
qué ser cierta, sino ficción de lo propiamente científico) y diccionario
popular, manchego en este caso. Esa mezcla tan léxicamente distinta confiere un
sonido único al libro, y presenta un paisaje poético muy poderoso. Y al mismo
tiempo, ofrece un humor inequívoco. Imagino que después de leer todo lo
anterior, habréis pensado que egoclasta
es un libro muy serio. El pensamiento y la emoción de los poetas siempre es serio,
en principio. Pero si algo llama la atención de la poesía de José Iván Suárez es
el humor calculado que recorre todos sus poemarios. Y eso, en poesía, es inusual.
El humor lo recorre todo, y por ello sonreímos. Otra vez pensamiento.
Hay muchas cosas que leer: nuestra
propia ciencia-ficción, nuestro propio campo, la soledad científica y humana, la
filosofía egocéntrica, el vacío, la puntuación intermitente, la tipografía
conclusiva, el instante que es un estado y un paisaje, el humor y la ruptura. Pensamiento
y emoción. Y creo que todo esto es una pequeña parte de egoclasta. Por supuesto, cada ego se encargará de aprehender toda
la realidad poética del libro, toda la sugerencia poética, todo el potencial de
estos versos. Cada ego se encargará de entender qué sucede en estos poemas irremediablemente
humanos.
En esta reflexión clástica.
Julián Cañizares
Mata
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